Finalmente, se confirmó que a los asambleístas que ayer fueron a protestar a Montevideo les confiscaron los volantes que llevaban para repartir. Las autoridades de la aduana uruguaya alegaron que no se habían realizado los trámites necesarios para ingresar los 500 afiches y 1.200 volantes.
Se los devolvieron antes de embarcar de regreso a Buenos Aires.
Seguramente, algún especialista en derecho aduanero de la vecina orilla y/o vernáculo podrá decir si esto es o no es razonable. Yo, por mi parte, no lo veo muy lógico.
Pero convengamos que los funcionarios públicos suelen ejercer la irracionalidad como hábito del juicio en casi todas las latitudes.
De todas formas, me llamó la atención la profunda reflexión dejada en un comentario en una entrada anterior que decía: “nene: aunque no lo creas hay países en donde no se jode” (sic). Y me quede pensando en el término “joder”.
En el caso, para el lector, joder es repartir volantes en una plaza.
Caminar las calles porteñas es llenarse de papelitos de todos los colores en los que se ofrecen transcripciones de monografías, monografías listas para entregar o fotocopias baratas de libros caros. A veces una tarotista ofrece sus poderes de preveer el futuro o la soberbia pretensión de unir parejas desunidas. Otras alguien regala (es un decir) fundas de celulares traídas de China. Y en contadas ocasiones, alguien invita a un mitín político de un partido que a nadie pero nadie le agrada.
En fin, la gente, a través de esos volantes –tan simpleas y baratos y ensuciadores de la vía pública- dice “cosas”. Seguramente no encontraremos allí los profundos análisis que llenan las páginas de El País, las soberbias entrevistas a filósofos de los fines de semana ni las plumas domingueras expertas en decir lo que le dicen sin decir que se lo dijeron.
Sin embargo, a través de volantes, la gente dice cosas. Y a veces pueden ser útiles.
Poco más que un volante era la gaceta que un barco británico trajo al Virreynato de Río de la Plata el 14 de mayo de 1810. Allí, las autoridades de la Real Aduana de Buenos Ayres no pudieron impedir que el pasquín llegue a las manos de algunos porteños inquietos y educados.
Cuando se enteraron que el rey estaba preso –y desnudo- y la Junta de Sevilla quería mandar sobre toda América, los lectores del volante se lanzaron a las calles a pedir un Cabildo abierto.
Menos de dos semanas después se iniciaba la caída de un imperio.
En fin. A través de un volante se expresan ideas.
Eso es joder.
Y no es poca cosa.
1 comentario:
Realmente increíble. Gracias por el comentario en mi blog.
¿Así que haces clases en la UBA de Derecho Constitucional? Yo estaré en la hermosa ciudad que tienen la primera semana de marzo, sería interesante encontrarme con alguien con alguien que comparta mi interés en el derecho constitucional para intercambiar opiniones.
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