“Yo creo que eso no hay que exigírselo sólo a la Corte, sino también al pensamiento ilustrado. Si usted no tiene un contradictor lúcido no se puede esperar que cinco viejos, de los cuales yo soy el menos viejo, estemos especialmente iluminados para resolver los problemas. Los problemas se resuelven entre todos. Tiene que haber una dialéctica con la crítica que se espera de los profesores de derecho y de los abogados, que son los expertos en estos temas. Lo contrario sería lo de siempre, esperar que el papá Tribunal Supremo arregle todos los problemas jurídicos del país. Es en esa falta de crítica donde noto una grave deficiencia. No hay autores que critiquen la jurisprudencia de la Corte en serio. Algunos hacen comentarios, mas no hay gente que critique desde que murió Rafael Bielsa y la ironía lijosa que lo caracterizaba. Hay que hacer seminarios, hay que publicar libros, hay que hacer artículos. El precedente de la jurisprudencia constitucional se hace sobre la base del interés de las personas en esto. No de cinco viejos que están acá haciendo papelitos. Si no hay crítica no hay precedente. Se podrá decir que no hay crítica de nada en la Argentina; tampoco hay crítica literaria, tampoco hay crítica de cine, tampoco hay crítica política en la Argentina, tampoco hay autocrítica. Es cierto. En general lo que hay es el halago, que es otra cosa; eso sí les sale fácil. No se le puede pedir a un abogado de parte que haga una crítica dura, pues a lo mejor irrita al juez, pero un profesor que debe estar dedicado a hacer una vida académica, ¿cómo no va a criticar? Debe hacerlo duramente, con la mayor dureza; para criticar hay que ser serio y demoledor. Si no, no hay crecimiento, ni desarrollo de las ideas, ni nada Las cosas se mueren por inanición.”
Este texto, de Petracchi, rescatado por la gente de Todo sobre la Corte, es muy significativo por dos razones. Contiene una posición sobre la construcción del derecho (constitucional o de principios, en términos robados a una lectura de Cohen y Arato) pluralista y dialógica, que es bienvenida. Pero, a la vez, asigna los roles de ese diálogo de una forma elitista: profesores, y abogados. La intuición de Petracchi, por decirle de alguna manera, está en el lugar correcto. Pero no parece que haya desarrollado las implicancias normativas de esa intuición.
Finalmente, parece un punto para Bohmer, ¿no?, a propósito de esta discusión.
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