
A modo de ejemplo: “La Porta se retiró del recinto a las 17.20, regresó a las 18.20”. Mientras que de algunos legisladores se registraron sólo breves minutos de ausencia (exigida tal vez por necesidades físicas impostergables) en otros casos los representantes del pueblo abandonaron el recinto por más de una hora. Ninguno escapó al agudo ojo de quien preside las sesiones por mandato constitucional, prestigioso hombre de derecho que busca amedrentar a los diferentes actores del proceso con un gesto hosco propio de su casi homónimo Norman Mailer.
La sesión se desarrolló con ritmo lento y cansino, y Maier –quien no puede ni quiere ocultar sus ganas de estar en otro lado- se mostró preocupado por la celeridad del proceso. “En algún momento esto tiene que terminar”, dijo enojado al diputado acusador Jorge Enríquez. Con éste legislador macrista se produjeron casi todos los ‘cruces’ de la mañana. Cuando el diputado solicitó la incorporación del sumario administrativo levantado a uno de los testigos, Maier le advirtió: “Sepa que esto va a haber que leerlo. Porque no es cuestión de andar juntando papeles…”.
Ayer, en la tercera audiencia, Maier se sometió a un electro cardiograma durante el receso. Se supone que estaba planeado. Es que comenzando cerca de las 9 AM y terminando cerca de las 11 PM, en algún luigar hay que meter las cosas 'normales' de la vida.
Maier se parece en cierto sentido a Mailer. No se si serán los ojos pequeños que se retraen casi hasta el comienzo de la nuca, tendencia natural que probablemente incrementa los años. Desde el fondo del rostro, esos ojos que a la distancia parecen invisbles, escrutan todo lo que encuentran su paso. Si Maier hubiera procedido con menos verguenza hacia las bebidas espirituosas y con más amor a las putas que al derecho, seguramente podría haberse convertido en un literato violento al estilo del buen Norman. Es que comparten el gesto, y no desdeñemos la importancia del mismo. Como dijo Francis Scott Fitzgerald (y cito de memoria): "La personalidad no es más que una ininterrumpida serie de gestos existosos". Y si bien entiendo que Norman es bastante más petiso que Maier, ambos parecen tener esa extraña cualidad de expresar en cada movimiento que son perfectamente capaces de aguantar cualquier clase de golpe. Y me refiero a ganchos y upper cuts, no a desafìos intelectuales o propios de la mente filosófica. Y los dos parecen llevar su gran cabeza-de-toro un tanto más abajo que el resto de los mortales: da la sensación de que los ojos buscan la línea de los hombros... como los boxeadores. Mastican insultos entre dientes y están siempre prestos a la pelea, y sobreviven a las cargas más brutales, esas en las que el pelotón entero marcha seguro a la muerte.
En estas audiencias, Maier se dedica a poner orden. Lo hace como el hombre de derecho que es, pero no teme levantar la voz cuando hace falta. Por momentos, pareciera que tiene ganas de levantarse y --cual Moe de los tres chiflados- chocar las cabezas de los díscolos legisladores. Es un toro que prefiere otro tipo de rodeos.
Disclaimer: Este post puede estar influido por la lectura del libro Ejércitos de la Noche, del buen Norman.
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