domingo, octubre 05, 2008

Cazando Libros Un Sábado (Un Par de Tips)


Después de avanzar bastante bien en mis readings de la mañana, decidí hacerme algo de comer y salir a buscar un libro: The Least Dangerous Branch, de Alexander Bickel. Por acá lo están vendiendo nuevo a 20 dólares, pero yo vi que en la famosa librería Strands de Union Square tenían un ejemplar a siete dólares con cincuenta centavos. Así que me organicé una tarde de book hunting.

El primer lugar al que fui fue a Housing Works, un lugar que recomiendo por muchas razones. Tiene una cantidad enorme de libros a un dólar o a veces cincuenta centavos, pero ayer tenían una oferta (y hoy también, si algun neoshorquino se quiere hacer una escapada) de 30 por ciento de descuento sobre todos los libros. En resúmen, pagué 26 dólares por los siguientes:

- Make no Law, de Anthony Lewis.
- Deterring Democracy de Noam Chomsky.
- Manufacturing Consent de Noam Chomsky.
- Gideon´s Trumpet de Anthony Lewis.
- Transitional Justice de Ruti Teitel.
- Second Treatise of Government de Locke.

Golazo.

Paréntesis, nota de color.

En el camino, vi a una mujer con pantalones re de punk y me dije, cool una punk (?). Cuando la vi más de cerca me di cuenta que era Susan Sarandon. Y ahí me dije: "¿Pero ésta no estaba casada con Tim Robbins?". Así que miré al tipo que la acompañaba y era Tim Robbins. Venía (él) de jugar al hockey sobre rollers en una cancha de por ahí.

Después me fui finalmente a Strands y conseguí el libro de Bickel al precio dicho y Law´s Empire de Dworkin (una vieja deuda) a sólo once. Y un libro con los primeros 49 relatos de Hemingway a uno. Y paré de comprar porque se me iba el presupuesto y ya me empezaba a doler la cabeza al pensar cómo vuelve a Buenos Aires todo esto. Pero seguramente volveré. Me arrepentí de no comprar una edición viejísima de On Revolution de Hanna Arendt a quince dólares. Tal vez el mes que viene. Y si bien le dediqué unos buenos treinta minutos a explorar la sección de un dólar, no encontré grandes cosas (excepto el de Ernest). Pero me quedé con la sensación de que algo muy pero muy piola se quedaba en los estantes. Y la noche empezó con un poyo a la portuguesa que me salió pipi cucu, sin dudas mi mayor logro desde que llegué a Nueva York (je).

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