lunes, diciembre 19, 2005

La infancia (una crónica del subte)


De esta canción de Sumo se robó alguna frase en el texto que sigue. Sirve para acompañar, y es gracias a Castpost.

Hoy es 19 de diciembre de 2005 y se cumplen cuatro años desde aquella noche en la que las cacerolas llamaron a la gente a salir de sus casas y a marchar con destino incierto, sin otro signo convocante que la bandera argentina.

"¡Renunció Cavallo!", gritó alguien sobre la Avenida Forest, en esa noche calurosa de verano. Y yo emprendí la vuelta a casa.

Hoy es 19 de diciembre y son las cuatro de la tarde.

"Subte, línea B", diría Luca Pródan, el cantante de Sumo. En un asiento descansan dos niñas, de 12 y 9 años cada una. Podría ser que terminaron el colegio y se divierten una tarde en el subte. Pero llevan en sus manos dos bolsas pequeñas de naylon y tienen las manos sucias. La más grande abre un paquete de galletitas saladas y las dos comen. Y mientras lo hacen, se ríen. La más chica es alta, y tiene la cabeza grande. Parece un "chupetín" y se mueve con la torpeza enclenque de los chicos de nueve años. Lleva con orgullo dos grandes dientes blancos que no oculta cuando ríe.

No tendrían porqué haber llamado mi atención: viajo en subte diariamente desde hace más de ocho años y los chicos que piden o venden cosas en los vagones no son --lamentablemente- algo novedoso. Pero por más de cinco estaciones, las dos nenas se quedaron quietas, sentadas, riendo y comiendo galletitas saladas.

Cuando el paquete fue sólo un envoltorio vacío, la más chica se levantó. Pero la otra "le metió la pata". La pequeña de grandes dientes se dió vuelta y con una risa franca volvió sobre sus pasos para pegarle un suave golpe en la pierna. En el interín, le hizo el gesto del dedo del medio levantado con la rapidez y verguenza que tienen los chicos cuando se divierten haciendo algo que saben que no deberían hacer. Se puso colorada cuando se dió cuenta que la miraba y se fue, repartiendo las estampitas que llevaba en la bolsa. "Trabajo para ganarme el sustento y poder llevar un pan dulce a mi casa. A voluntad. Felicidades", decía el cartelito pegado a la figura del San Gabriel que me había tocado en suerte.

En algún momento pensé en interrumpirlas, preguntarles sus nombres verdaderos y sus edades exactas. Saber porqué están ahí, adonde viven. ¿Tienen a alguien que las cuide del feroz mundo de los adultos? Pero me contuve. Me pareció injusto recordarles que están en el subte, que son sólo niñas y que trabajan para poder llevar un "pan dulce" a su casa. Por ese breve momento, parecían haberlo olvidado.

Un cartel publicitario rezaba: "Life gives you opportunities". "No siempre", pensé mientras las chicas se perdían en la distancia de los otros vagones.

Cuando recorrí la formación para bajar más adelante, encontré en los asientos varias estampitas abandonadas sobre los gastados asientos de fieltro rojo. Se las llevé, pero me pareció que ya no reían como antes.

Hoy es 19 de diciembre. No voy a caer en el facilismo pesimista de decir que nada cambió. Pero sigue habiendo pobreza, chicos en la calle, trabajo precario, falta de salud, educación... No lo olvidemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como liberal en general miro con suma desconfianza la intervención del Estado en cualquier ámbito.
Sin embargo también viajo todos los días en la línea B del subte y veo la cantidad de chicos y chicas que lamentablemente no han tenido las mismas oportunidades que tuvimos nosotros y pienso que sólo una cuestión de suerte ha impedido que yo esté en su lugar.
Y entonces me pregunto por qué no se hace nada para darles un futuro a todos esos chicos. Con muy poco presupuesto el Estado podría cambiarles la vida a miles de chicos, y sin embargo no hace nada.
¿No debería ser esa una de las (pocas, para mi gusto) funciones indelegables del Estado?
Y después, de repente, leo en el diario que en un día se gastan 100 millones de dólares para sostener un tipo de cambio artificial que beneficia sólo a empresarios ineficientes pero amigos del poder. ¡100 millones de dólares en un día! Con la mitad de ese dinero no tendríamos más chicos en la calle, ni en el subte, sino en las plazas y en las escuelas, que es donde deberían estar.
Creo que ahí se ve cual es el verdadero "progresismo" de quienes nos gobiernan y de quienes votan consignas vacías, falsedades hipócritas y proclaman el cambio para que nada cambie.