"Un periodista sin fuentes es como un cowboy sin su caballo o un soldado sin su rifle: carece de la herramienta más fundamental de su negocio", dice Conrad Fink en Media Ethics, In the Newsroom and Beyond. Se trata de una de las aseveraciones realizadas sobre el periodismo más acertadas que he leído. Sin fuentes, el proceso informativo simplemente no funciona.
Recordemos otra frase reveladora, esta vez pronunciada por un magistrado no completamente ajeno a las redacciones periodísticas. "Es obvio que los informantes son necesarios en el proceso de recolección de noticias tal como lo conocemos hoy en día. Si quiere cumplir con su misión constitucional, la prensa debe hacer mucho más que imprimir declaraciones públicas y publicar comunicados de prensa".
Esta útima frase corresponde al juez Potter Stewart en su disidencia en el caso Branzburg vs. Hayes de 1972, en el que la mayoría de la Suprema Corte de EE.UU negó que los periodistas tengan un derecho constitucional a mantener en secreto la identidad de sus fuentes de información. Cabe destacar que el juez Stewart dirigió el periódico estudiantil de Yale en sus épocas de estudiante.
Estas citas son presentadas a modo de introducción de un hecho sumamente grave que ocurrió los últimos días: la casilla de correo electrónico del periodista de Clarín Daniel Santoro --a su vez presidente de FOPEA- fue violada, lo que permitió que salga a la luz que una de las fuentes del periodista en su investigación sobre la causa "Viñas Blancas" era el propio juez de la misma, Daniel Refecas.
La investigación de Santoro salió publicada el 5 de marzo. Allí se informaba que la DEA estaba desconforme con cómo vivía un supuesto narco preso en el país. Parece que la fiesta a todo trapo en el Four Seasons había superado el límite de lo tolerable. A raíz de ello, se le revocó el privilegio de la prisión domiciliaria, que el detenido "sufría" en un lujoso departamente de Puerto Madero.
El hecho es grave en dos sentidos diversos.
En primer lugar, implica una violación del derecho del periodista a mentener en reserva la identidad de sus fuentes de información. Este derecho está previsto en el artículo 43 de la Constitución Nacional y para muchos --me incluyo- deriva de la garantía a la libertad de prensa y de expresión pervista en el artículo 14 y 32 de la Constitución Nacional.
Para el periodista, la violación de su secreto profesional es sumamente peligrosa. ¿Que informante, a partir de ahora, se comunicará con Santoro --o con cualquier periodista- a través de correos electrónicos? ¿Cuantas fuentes se "secaran" a partir de ahora por el miedo a ser descubiertas?
En segundo lugar, la revelación de que la fuente era el propio juez puede hacer peligrar la causa. De hecho, como dice el In Voce del Diario Judicial, el abogado de los supuestos narcos serbios involucrados en la causa "Viñas Blancas" es un experto letrado habituado a derribar causas. Cabe decir que su socio es nada más y nada menos que Juan José Ribelli. Este abogado fue quien presentó las fotocopias de los mails en el juzgado. Dijo que le llegaron en "forma anónima".
La batalla entre el bien y el mal se libra en todos lados: no hay profesiones que puedan atribuirse el dominio de uno de los dos lados. Hay abogados buenos y periodistas malos. En este caso, se da exactamente lo contrario.
Ver repudio de Adepa (Clarín)
Recordemos otra frase reveladora, esta vez pronunciada por un magistrado no completamente ajeno a las redacciones periodísticas. "Es obvio que los informantes son necesarios en el proceso de recolección de noticias tal como lo conocemos hoy en día. Si quiere cumplir con su misión constitucional, la prensa debe hacer mucho más que imprimir declaraciones públicas y publicar comunicados de prensa".
Esta útima frase corresponde al juez Potter Stewart en su disidencia en el caso Branzburg vs. Hayes de 1972, en el que la mayoría de la Suprema Corte de EE.UU negó que los periodistas tengan un derecho constitucional a mantener en secreto la identidad de sus fuentes de información. Cabe destacar que el juez Stewart dirigió el periódico estudiantil de Yale en sus épocas de estudiante.
Estas citas son presentadas a modo de introducción de un hecho sumamente grave que ocurrió los últimos días: la casilla de correo electrónico del periodista de Clarín Daniel Santoro --a su vez presidente de FOPEA- fue violada, lo que permitió que salga a la luz que una de las fuentes del periodista en su investigación sobre la causa "Viñas Blancas" era el propio juez de la misma, Daniel Refecas.
La investigación de Santoro salió publicada el 5 de marzo. Allí se informaba que la DEA estaba desconforme con cómo vivía un supuesto narco preso en el país. Parece que la fiesta a todo trapo en el Four Seasons había superado el límite de lo tolerable. A raíz de ello, se le revocó el privilegio de la prisión domiciliaria, que el detenido "sufría" en un lujoso departamente de Puerto Madero.
El hecho es grave en dos sentidos diversos.
En primer lugar, implica una violación del derecho del periodista a mentener en reserva la identidad de sus fuentes de información. Este derecho está previsto en el artículo 43 de la Constitución Nacional y para muchos --me incluyo- deriva de la garantía a la libertad de prensa y de expresión pervista en el artículo 14 y 32 de la Constitución Nacional.
Para el periodista, la violación de su secreto profesional es sumamente peligrosa. ¿Que informante, a partir de ahora, se comunicará con Santoro --o con cualquier periodista- a través de correos electrónicos? ¿Cuantas fuentes se "secaran" a partir de ahora por el miedo a ser descubiertas?
En segundo lugar, la revelación de que la fuente era el propio juez puede hacer peligrar la causa. De hecho, como dice el In Voce del Diario Judicial, el abogado de los supuestos narcos serbios involucrados en la causa "Viñas Blancas" es un experto letrado habituado a derribar causas. Cabe decir que su socio es nada más y nada menos que Juan José Ribelli. Este abogado fue quien presentó las fotocopias de los mails en el juzgado. Dijo que le llegaron en "forma anónima".
La batalla entre el bien y el mal se libra en todos lados: no hay profesiones que puedan atribuirse el dominio de uno de los dos lados. Hay abogados buenos y periodistas malos. En este caso, se da exactamente lo contrario.
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