Todo el cruce de citas hacía referencia a la interesante cuestión de la interpretación constitucional y sus alternativas: originalismo, construccionismo estricto, textualismo, o la teoría de la "Constitución viviente", conocida por estas latitudes como interpretación dinámica.
En concreto, esta vez los dardos apuntaban contra el originalismo, al menos como es interpretado por los conservadores de los Estados Unidos.
Pues bien, resulta que los autores del artículo de The New Republic vienen ahora a agregar un eslabón más a la larga cadena de citas.
En Slate, Doug Kendall y Jim Ryan desenmascaran al juez de la Suprema Corte de los Estados Unidos, Clarence Thomas, y a su supuesto apego por la interpretación "originalista" de la Constitución, valiéndose nada más y nada menos que de sus opiniones en tres casos resueltos por el tribunal en el último periodo de actividad.
Recordemos, ante todo, qué es el originalismo. Esta teoría de interpretación propugna "volver" al significado que la Constitución tuvo para los "padres fundadores", es decir, para aquellos que sancionaron y ratificaron la Constitución de los Estados Unidos, allá por el siglo XVIII.
Claro que el originalismo tiene sus variantes. Una de las más curiosas es el llamado "construccionismo estricto", que sostiene que las palabras de la Constitución deben interpretarse según el significado que tenían entonces. Entonces, la prensa a la que hace referencia la primera enmienda, sería el producto de la "imprenta". Ni los modernos diarios de hoy -que no se imprimen en "imprentas" definidas según los parámetros del siglo XVIII- calificarían.
Volviendo a Clarence, el ataque de Kendall y Ryan (suenan a duo cómico) se basa en las decisiones de Morse v. Frederick (el caso del bong, que comentamos), Parents Involved v. Seattle Schools y FEC v. Wisconsin Right to Life.
En la primera, Clarence viajó al pasado y le preguntó a los padres fundadores: "¿Creen que los chicos deberían tener derechos derivados de la primera enmienda en las escuelas?" Y, aparentemente, le dijeron que no. Y así decidió. Claro que cuando tuvo que decidir otro caso en el que, según Kendall y Ryan, el resultado "de la historia" no le daba el mismo resultado, el buen Clarence evitó hacer referencia a la necesidad de volver al pasado.
Los muchachos llegan a una conclusión: "La pregunta no es respondida porque no contiene una respuesta que le guste al juez Thomas".
Touché!
Es la vieja acusación de siempre: el juez que busca el resultado y después ve la forma de arribar al mismo. En algún tiempo o lugar de los frecuentes viajes al pasado, se ve que a Clarence se le perdió eso de "consecuencia razonada del derecho vigente".
(Nota: la foto hace referencia a la película más vista por el autor de esta bitácora)
2 comentarios:
Me da miedo que empecemos a hablar acá de originalismo. Yo siempre lo ví como una de esas avis americanis, como el creacionismo o el diseño inteligente, que sólo pueden prosperar en los EEUU. Es paradójico que un país que, en muchísimas áreas, tiene un nivel muy sofisticado de discusión jurídica, y que en otras estén reviviendo esperpentos. Siempre me hizo acordar al tribunal de los muertos del derecho romano del imperio tardío, cuando se impuso a los jueces fallar según las opiniones de cinco juristas que habían muerto varios siglos atrás.
Pero tampoco debe ser para alarmarse tanto. Si las obras completas de Alberdi no fueron reeditadas en sesenta años (de 1940 hasta hace tres o cuatro añitos), difícilmente pueda aparecer un grupo significativo de juristas que nos propongan volver al pensamiento jurídico de 1853.
Si, es un tema de EEUU y me parece parte de las "culture wars" que hay entre la D y la ¿I? norteamericana. Dudo que aquí se de esa discusión; además, la interpretación dinámica de la Constitución parece estar bastante arraigada tanto en doctrina como en la jurisprudencia de la Corte, que muchas veces citó esa famosa frase de Marshall que dice que "la Constitución fue escrita para durar por eras, y en consecuencia, para adaptarla a las diversas crisis de los asuntos humanos".
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