miércoles, febrero 13, 2008

Un Poco de Idealismo

Acabo de ver, por primera vez, la gran película de Frank Capra Mr. Smith goes to Washington. Había leído cosas sobre ella, sobre su argumento y la actuación del gran Jimmy Stewart. Pero nunca la había visto.

En tiempos de apasionantes campañas electorales y maniobras políticas repudiables, recomiendo a aquellos que la vieron, que la vuelvan a ver. Y los que no, pueden buscarla en videoclubs o esperar y verla en cable, por el canal TCM, si es que la repiten.

Le película reboza de idealismo, un idealismo que muchos podrán calificar de naïf o inocente, alejado de la realidad. Es básicamene la historia de un tipo que cree en las instituciones y se emociona ante el monumento a Lincoln, que se enfrenta a una corporación política corrupta, aliada a medios de comunicación igualmente corruptos y manejados por punteros y jefes territoriales que controlan como marionetas a los llamados representantes del pueblo.

Pero es una película del 39 y a la gente en esa época, al igual que ahora, le gustaban los finales finales. Es por eso que es una película de redención, redención de individuos y -en general- del sistema. El cinismo posmoderno no había llegado a las salas cinematográficas todavía.

El Sr. Smith

Naïf e inocente, concedido. Y profundamente inspiradora.

En un momento de la película, se habla de la necesidad de compromise, ceder en ciertas cosas pero "hacer el bien de otras mil maneras honestas". Es la visión de la política y la democracia como un permanente equilibrio de intereses diversos, negociaciones y canjes, dónde el más fuerte debe prevalecer por ser más fuerte y no por tener razón.

[El otro es el enemigo. Al otro pisalo, lo matás. (Carlos Salvador Bilardo)]

Digo esto por muchas cosas. Por un lado, en el blog La Barbarie (el que frecuento y al que considero excelente) se habla mucho en términos de realpolitik pero poco en términos normativos, es decir, en términos de cómo deberían ser las cosas. Es una vieja discusión que alguien por ahí puso en términos de abogados y politólogos, y la necesidad de estos de cruzar discursos para un mutuo enriquecimiento. Cito a ese alguien, que es un capo:

"¿Para qué sirve la democracia? ¿Por qué la regla de mayoría? ¿Por qué en cambio el decisionismo? ¿Por qué la deliberación? ¿Por qué una constitución? ¿Por qué derechos? ¿Cuáles cuentan y cuáles no? ¿Para qué los jueces? Es cierto, buena parte de estas discusiones ganarían bastante si los abogados (que no sabemos nada de ciencia política) nos informáramos un poco más sobre el modo en que funcionan en la práctica las instituciones. Pero la tan necesaria investigación empírica debería servir para ilustrar mejor aquellas cuestiones normativas, y no como un fin en sí mismo".

Sólo para tomar un ejemplo, pongamos el de la CTA. Se dice que la inacción en términos de medidas de acción directa de la CTA para obtener el reconocimiento de la personería gremial es argumento suficiente para que el Gobierno no se la reconozaca. Como análisis de lo real, como crítica a la CTA, lo acepto. Pero no como argumento normativo: el reconocimiento o no reconocimiento debe provenir porque ese reconocimiento o su negación corresponde, no por una situación que depende pura y exclusivamente de la fuerza de quien quiere ser reconocido. ¿Debe la CTA parar el país (suponiendo que puede hacerlo) para obtener el reconocimiento? ¿Cuantas calles debe cortar si no es escuchado? Es cierto que la política es a veces 'a los palos', pero no siempre debe ser así.

No es la única forma.

Acabo de terminar de leer La constitución de la democracia deliberativa, de Carlos Nino, en el que el gran filósofo argentino propone una visión 'epistémica' de la democracia, que valora la deliberación y el debate, que supone esencial para esta forma de gobierno.

Por supuesto que Nino no desprecia la negociación o el compromise. Pero la subordina. Dice Nino:

"El proceso de negociación desempeña un papel importante en la democracia, pero esto no le confiere un valor independiente. (....) La negociación que se lleva a cabo sobre la base de puros intereses a menudo amenaza seriamente el proceso democrático. Cuando los individuos y las facciones compiten apoyados en sus respectivas fuerzas, valores tales como la igualdad son puestos en peligro, los derechos no son asegurados, surgen problemas de acción colectiva y, lo que es peor aún, no existe ningún sustento para presumir que el resultado del proceso sea justo. (...) Para enfrentar este desaño, puede ser necesario reorientar la negociación en tal dirección que pueda colaborar con un proceso genuino de argumentación y toma de decisiones mayoritarias".

Estos mismos argumentos son desdeñados desde muchos sectores: se los tilda de inocentes, de no entender lo que es "hacer política en serio" (supongo que Lavagna hace política en serio), que la realidad no es así, y un largo etcétera.

Son visiones distintas de lo que es la democracia. Pero esa diferencia lo es todo.

Nino creía en la democracia, al igual que Smith.

¿Inocentes? Puede ser. Pero profundamente inspiradores.

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