sábado, septiembre 13, 2008

Dilemas t-shirtísticos



Creo que ya hablé de esto, pero antes de mi cita romántica con Ackerman, Balkin, Barnett y Rawls, me parecio prudente despejar la cabeza y profundizar. El tipo es una pop star. El candidato a la presidencia por el Partido Demócrata está en todos lados: remeras, buzos, prendedores, posters con reminiscencias warholianas. Y no sólo en el pecho de sus hermanos de raza (que normalmente son cualquier cosa menos hermanos de clase) sino que también en el de neoyorkinos blancos a los que siempre percibo poseedores de un vago sentimiento de culpa en la mirada.

Antejos de marco, remera de Obama a lo Che que promete cambio. Ojotas y mochila vieja, pelo encanecido. Un blancucho progre que cuando se acercan los cantantes de gospel en la línea uno del subte saca un dólar, sonrie y lo mete en la bolsa de papel marrón del que va al frente. Porta un ejemplar del New York Times y toma un cafe envuelto en una filmina de cartón reciclado. Altas probabilidades de que el café venga de un negocio orgánico y de fair trade.

Yo no tengo nada contra el compañero neoyorquino. Supongo que si tuviera que elegir, lo haría mi amigo y estaría encantado de indignarnos juntos de la administración Bush tomando un café orgánico en algún barcito mom & pap´s de Greenwich Village (¡vade retro, Starbucks!).

Yet...

No puedo compartir el entusiasmo. Bienvenido sea Obama, lo escucho hablar y me sorprendo: habla de un Estado no-ausente, de la necesidad de que todos los niños y niñas de el país más rico del mundo tengan las mismas oportunidades, habla de igualdad en materia educativa (y Dylan dijo que la libertad es la igualdad en las escuelas). Habla de que la sociedad americana valora el esfuerzo individual pero, tímidamente, propone que cada ciudadano sea hermano de su hermano.

Lo escucho y mi escepticismo tercermundista basado en la historia tiembla, trastabilla. Parece que se cae, pero no, se mantiene de pie. No me cabe la menor duda: prefiero que gane Obama a McCain. Pero en el mejor de los casos, Obama terminará siendo presidente de los Estados Unidos. Y es un trabajo en el que, según el resumé de los últimos ocupantes, bombardear a algún pueblucho donde la mitad de la gente anda descalza es un must.

Prefiero que gane Obama, pero no me voy a comprar una remera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ok, me siento tentada de comprar una remera, debo admitirlo. Paso por los puestos y lo pienso... despues digo... la proxima... y asi.
Unos cuantos amigos me pidieron que les lleve una como sourvenir.
Presiento que voy a caer en la tentacion y la voy a terminar usando para dormir, como esas remeras de propaganda (cualquier semejanza con la realidad...).
Y en mi cabeza no dejan de sonar las palabras de Fiss hace unos meses en Palermo diciendo que las cosas no van a cambiar mucho en realidad.

Anónimo dijo...

jaja la decadencia del pueblo norteamericano . es notable por todos lados. es terrible. leyendo eso me rei bastante . pero es muy triste. se van para abajo, recien empieza su crisis. cada vez mas hondo, un sueño insostenible.
esta todo tan dado vuelta. remeras de obama a lo warhol?!!!!!!

Anónimo dijo...

No había leído esto. Me pasa exactamente lo mismo.

Y a ver si arreglamos para unas cervezas. Abrazo.