En mayo de 1968, los estudiantes parisonos salieron a las calles a revelarse contra un orden social que estimaron injusto: armaron barricadas, tomaron las facultades e inmortalizaron eslóganes en las paredes de Paris, tales como "la imaginación al poder".
En marzo de 2006, los estudiantes parisinos salen a la calle para evitar la entrada en vigor de un contrato que facilita sus despidos.
En 1968, los estudiantes parisinos quisieron cambiar el mundo, destruyendo a la Ford. Hoy, salen a las calles para evitar que la Ford los despida.
¿Da para pensar sobre nuestra generación, no?
En marzo de 2006, los estudiantes parisinos salen a la calle para evitar la entrada en vigor de un contrato que facilita sus despidos.
En 1968, los estudiantes parisinos quisieron cambiar el mundo, destruyendo a la Ford. Hoy, salen a las calles para evitar que la Ford los despida.
¿Da para pensar sobre nuestra generación, no?
1 comentario:
En ambos casos queda evidenciada la tendencia gala a la ingenuidad y el idealismo. Ni los manifestantes del '68 ni los de hoy analizan la realidad en términos de lo que "es" sino que lo hacen en los términos de lo que a su criterio "debería ser".
Es decir, no comprenden las fuerzas que mueven al mundo y creen que es posible forzar la realidad para adecuarla a sus deseos.
Lo que no entienden es que, como dijo alguna vez Adam Smith (en la Teoría de los Sentimientos Morales), los elementos que componen una sociedad no son fichas de un tablero de ajedrez que uno pueda mover a su antojo, sino que cada una de ellas tiene su propio movimiento voluntario e independiente.
Lo que va a suceder es que, si no se modifican las leyes laborales, cada vez va a haber más desempleados en Francia. No es algo que dependa de la voluntad de unos miles de manifestantes, sino que es algo determinado por la interacción de millones de personas en el mundo, que no están dispuestas a pagar más caros los productos franceses para satisfacer los caprichos de sus estudiantes y sindicalistas.
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