martes, octubre 24, 2006

La Admisión Judicial Que Genera Polémica

Estaba esperando el post de Gustavo sobre el derecho de admisión de Racing para el postergado partido con Boca y el fallo de la justicia que hizo lugar --a través de la concesión de una medida cautelar autosatisfactiva- al amparo presentado por La Doce.

Como siempre, Gustavo presenta argumentos jurídicos muy poderosos.

A riesgo de repetir algunas cosas, yo también considero que el derecho de admisión no siempre es discriminatorio en el sentido prohibido por la Constitución. Todo hace a la racionalidad del ejercicio de ese derecho y a la exclusión de las "discriminaciones arbitrarias" en base del sexo, la religión, la raza, etcétera.

Por ejemplo, el dueño de un boliche puede no dejar pasar a nadie que tenga "zapatillas" y exigir cierto "código de vestimenta", lo que no puede hacer es discriminar por el color de la piel. Claro que muchas veces la línea que separa la discrminación lisa y llana del ejercicio regular de un derecho es, al menos, borrosa.

Ahora bien, no hay duda que el affaire Di Zeo es complejo. Sin embargo y con el ánimo de debate que promete la blogósfera, voy a procurar "criticar" la resolución del juez que hizo lugar al amparo de los hinchas xeneizes. O mejor dicho, dar una posición diferente.

En primer lugar, creo que todo el asunto del principio de inocencia no es plenamente aplicable al caso en cuestión. Al menos en referencia a Di Zeo, es claro y de conocimiento público que el amigo jefe de La Doce tiene antecedentes de violencia dentro de las canchas de fútbol. ¿Se acuerdan de ese video en La Bombonera en el que Di Zeo golpeaba en el piso a un hincha de Chacarita? Por esos hechos Di Zeo fue condenado a 4 años y 3 meses de prisión.

No considero decisivo que la condena esté apelada, ni considero decisiva la condena. Porque se dan dos extremos que en principio bastarían para mostrar que el derecho de admisión de Racing en el caso de Di Zeo es al menos razonable: violencia (1) en una cancha de fúbol (2).

¿Es la vía para resolver la cuestión?

No. El ejercicio del derecho de admisión debido a su carácter particular --lo ejerce cada club- y su siempre posible arbitrariedad no es la vía adecuada para resolver el problema de la violencia en el fútbol.

Ahora, algunos hechos. Los barras están enquistados en la política de los clubes. Se hacen necesarios a la hora de ganar elecciones. La mayoría de los dirigentes los apañan. Mientras, Grondona se hace soberanamente el boludo. Además, los muchachos están plenamente relacionado con la política. ¿Remember San Vicente?



[Estas cosas pasan demasiado seguido]

¿Que habría que hacer? Una ley especial que resuelva la cuestión definitivamente. En mi opinión, hay que establecer sanciones duras y ejemplares para quienes cometen delitos dentro de un estadio de fútbol. Y no me refiero a 20 años de cárcel, pero sí 5 o 10 fuera de las canchas. Por quemar una butaca o tirar una simple piedra o encendedor. Dejémonos de joder: que lo mire por la tele.

Además, quita de puntos para los clubes.

Son medidas que algunos podrán decir que son "un poco extremas", pero no puede ser que arrastremos este problema desde que tengo uso de razón y memoria (circa 1986).

Yo miraría hacia Inglaterra. ¿Se acuerdan de los temibles hooligans del Mundial '86? Hoy, después de una política seria, en las canchas de Inglaterra no hay ni alambrado. Eso permite cosas como ésta...



... pero igual.

Se requiere una ley y la decisión política de hacerla cumplir. Y san se acabó.

Long Disclaimer: el autor de esta bitácora es hincha fanático de River Plate y sabe ponerse un tanto violento principalmente cuando un "hincha" de tu equipo grita los goles antes de que lo hagan. Sucede que un estudio de la Universidad de Konetikut (?) ha demostrado que "gol que se grita antes de que entre el balón se erra". De esta crispación que suelo ejercer en cualqueir lado puede dar fe el argentino tarado de Sevilla que tuvo que ser adoctrinado a insultos sobre la existencia de esa "ley universal" durante el partido México - Argentina, el de aquel del glorioso disparo del Maxi Rodríguez, realizado una vez que el compatriota había entrado en razones.

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