Cuando encontrás a alguien que dice lo que pensas, lo hace con elocuencia, y tiene credenciales suficientes para no ser falsamente taggeado con un argumento ad hominem falso, reconforta el espíritu. Martín Caparrós, en Crítica, en respuesta a un manifestante kirchnerista que fue a la plaza el miércoles pasado.
Compañero Bimbi, todos los respetos. Lamento solamente que me los pidas a mí y no a los presidentes que dicen una cosa y hacen otras. ¿No es ésa la peor falta de respeto que se pueda recibir? Pero, ya que estamos, ¿por qué no discutimos cómo gobiernan, para quién gobiernan, qué medidas toman y qué medidas no toman, cómo los bancos, mineras, petroleras, grandes cerealeras y todo tipo de especuladores financieros prosperaron a más no poder bajo su gobierno, mientras la mayoría de las personas sigue sin recibir del Estado la salud, la educación, la justicia, los cuidados que el Estado nos debe? ¿Por qué no nos paramos un momento a mirar la idea de la política que tiene un gobierno que nunca ha convocado a la participación de nadie, que se basa en impulsos y decisiones personales, que no permite el debate ni de su propia tropa, que nunca ha escuchado, que no cree que gobernar un país sea una obra colectiva sino el coto de unos pocos fulanos? Y, para empezar, ¿por qué no tratamos de pensar la política, estimado Bimbi, en términos un poco más interesantes e inteligentes que “cuando veo a la Sociedad Rural y los gorilas en una vereda, prefiero estar en la otra”? Porque, en principio, es una ingenuidad pensar que “hay dos veredas”. En esa idea pueril consiste, sin duda, una de las trampas más burdas de este gobierno. Es, con todo respeto, otro clásico del terror peronista –y de todos los mesianismos: “El que conmigo no recoge, contra mí derrama”, decía Jesús según San Lucas. Hay, por suerte, muchas más opciones, y yo creo que vale la pena tratar de pensarlas.
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