Una de las características más curiosas de los Estados Unidos es su creencia colectiva de que son "la ciudad sobre la colina" y que los ojos del mundo se posan sobre ellos en busca de guía e inspiración.
Para ellos Estados Unidos es único y lo demuestran en la permanente práctica del ombliguismo, es deporte que consiste en mirarse permanente el propio ombligo. Se puede apreciar en las series en las que el presidente norteamericano siempre es progre y buen tipo.
¡En algunas películas hasta es negro!
Pero también se expresa en la enorme cantidad de jóvenes yankees que andan dando vueltas por el mundo y a quienes cuando se les pregunta de dónde son responden de una manera diferente al resto de los mortales.
"De Ohio". "De Virginia". "De California".
Cuando a mi me preguntan de dónde soy digo: "From Argentina. You know... in the south?".
Ellos no.
Y curiosamente, todos sabemos al menos los nombres de los cincuenta estados de la unión.
Ese comportamiento privado lo mantienen cuando llegan a las altas esferas del Departamento de Estado: les importa poco lo que digan los demás y el derecho internacional está bien en el medida en que no se interponga con sus intereses.
Por nombrar sólo algunos ejemplos: Estados Unidos se negó a suscribir el Tratado de Roma que creó la Corte Penal Internacional, no ratificó la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y hace ya un tiempo largo decidió no cumplir las obligaciones asumidas en el Protocolo de Kyoto.
Asimismo, los abogados de Estados Unidos suelen estar horriblemente preparados en cuestiones de derecho internacional, al que ven como una invasión de su soberanía. Esta posición llegó al punto de pedir la remoción del juez de la Suprema Corte Anthony Kennedy cuando éste tomó en consideración a lo que hacían otras democracias modernas para determinar si la pena de muerte a menores de 16 años se había convertido o no en una práctica "cruel e inusual". Muchos conservadores lo tildaron poco menos que de vende patria.
Siguiendo esa línea de pensamiento, EE.UU va hoy en camino a convertirse en el primer país del mundo en desestimar las provisiones de la Convención de Ginebra que prohíbe la tortura, claro que utilizando una serie de eufemismos que no engañan a nadie.
Por ejemplo: las violaciones al artículo III no serán más delito; sólo las "graves violaciones". Por lo que las formas de tortura que hoy usa la CIA van a ser "permitidas" (por ejemplo: mantener a la gente despierta, humillación, obligar a estar parado, etcétera).
Además, se va a delegar en el presidente la posibilidad de interpretar "el significado y la aplicación" de la Convención. Lo que jurídicamente se traduce en que dentro de EE.UU la Convención de Ginebra no se considera derecho que interpretan los jueces sino una simple guía de acción para el Comandante en Jefe, quien puede o no adherir a ella según lo estime conveniente.
Estados Unidos ha vivido en una situación de guerra permanente desde 1945, salvo algunos años en la década del 90.
Los poderes presidenciales para dirigirla son casi absolutos.
Cada vez más absolutos.
Para ellos Estados Unidos es único y lo demuestran en la permanente práctica del ombliguismo, es deporte que consiste en mirarse permanente el propio ombligo. Se puede apreciar en las series en las que el presidente norteamericano siempre es progre y buen tipo.
¡En algunas películas hasta es negro!
Pero también se expresa en la enorme cantidad de jóvenes yankees que andan dando vueltas por el mundo y a quienes cuando se les pregunta de dónde son responden de una manera diferente al resto de los mortales.
"De Ohio". "De Virginia". "De California".
Cuando a mi me preguntan de dónde soy digo: "From Argentina. You know... in the south?".
Ellos no.
Y curiosamente, todos sabemos al menos los nombres de los cincuenta estados de la unión.
Ese comportamiento privado lo mantienen cuando llegan a las altas esferas del Departamento de Estado: les importa poco lo que digan los demás y el derecho internacional está bien en el medida en que no se interponga con sus intereses.
Por nombrar sólo algunos ejemplos: Estados Unidos se negó a suscribir el Tratado de Roma que creó la Corte Penal Internacional, no ratificó la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y hace ya un tiempo largo decidió no cumplir las obligaciones asumidas en el Protocolo de Kyoto.
Asimismo, los abogados de Estados Unidos suelen estar horriblemente preparados en cuestiones de derecho internacional, al que ven como una invasión de su soberanía. Esta posición llegó al punto de pedir la remoción del juez de la Suprema Corte Anthony Kennedy cuando éste tomó en consideración a lo que hacían otras democracias modernas para determinar si la pena de muerte a menores de 16 años se había convertido o no en una práctica "cruel e inusual". Muchos conservadores lo tildaron poco menos que de vende patria.
Siguiendo esa línea de pensamiento, EE.UU va hoy en camino a convertirse en el primer país del mundo en desestimar las provisiones de la Convención de Ginebra que prohíbe la tortura, claro que utilizando una serie de eufemismos que no engañan a nadie.
Por ejemplo: las violaciones al artículo III no serán más delito; sólo las "graves violaciones". Por lo que las formas de tortura que hoy usa la CIA van a ser "permitidas" (por ejemplo: mantener a la gente despierta, humillación, obligar a estar parado, etcétera).
[No todos en EE.UU piensan lo mismo]
Además, se va a delegar en el presidente la posibilidad de interpretar "el significado y la aplicación" de la Convención. Lo que jurídicamente se traduce en que dentro de EE.UU la Convención de Ginebra no se considera derecho que interpretan los jueces sino una simple guía de acción para el Comandante en Jefe, quien puede o no adherir a ella según lo estime conveniente.
Estados Unidos ha vivido en una situación de guerra permanente desde 1945, salvo algunos años en la década del 90.
Los poderes presidenciales para dirigirla son casi absolutos.
Cada vez más absolutos.
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