sábado, agosto 26, 2006

Cubos y Libros Quemados

La discusión sobre el 'cubismo' que empezó aquí, siguió aquí y en el blog de Marta Salazar: aquí y aquí. Simplemente para referenciar distintas opiniones sobre un tema interesante.

¿Se relacionan las ideas volcadas en estas entradas con la censura y la supresión estatal de las ideas? Vamos por partes.

1. 'Vivir en un cubo' significa --par mí- un proceso que empieza por una clara identificación con una ideología determinada. ¿Podría decirse que esa identificación es casi sin matices, dogmática? Tal vez. Con ese esquema mental el segundo paso es simplemente negarse a considerar las opiniones contrarias y no discutir con 'el otro' la validez o el error de sus postulados. Así se ingresa en un circuito cerrado en el que la información y las opiniones que se consumen sirven sólo para reforzar las ideas ya solidificadas en el esquema de pensamiento.

Mi teoría es que ese esquema de información puede elegirse libremente.

2. La historia de la libertad de expresión es la de luchar porque todos tengan derecho a decir lo que les plazca contra la supresión estatal de las ideas.

A través de la historia, los Estados han catalogado cosas que dicen otros como intrínsecamente malvadas. Cuando ello ocurre, el estado paternalista decide salir a 'proteger al pueblo' del sus propios apetitos intelectuales desviados y adopta medidas para suprimir las 'malas ideas'.

Desde partidos y prensa únicos hasta censura previa, pasando por el espionaje político interno, los Estados totalitarios han buscado a través dsde siempre suprimir las ideas contrarias a la ideología que el Estado juzga como 'buena', 'sana' o 'verdadera'.

Una de las formas más horrendas y visualmente excitante es la quema de libros en la que las 'ideas malas' se evaporan a 451 grados farenheit.



Hoy La Nación publica que el escritor argentino Osvaldo Bayer reclamó indeminzaciones para los autores y editores cuyos libros fueron prohibidos y quemados durante la dictadura militar. Dijo que "Quemar libros es como quemar niños, porque los libros, como los niños, no se pueden defender".

[La plaza dónde quemaron libros los nazis]

Yo prefiero a la frase inscripta en la plaza de Berlin ubicada frente a la Universidad Humboldt, dónde los nazis hicieron su famosa quema de libros. Hoy ahí hay un monumento subterráneo que consiste en estantes vacíos de una biblioteca que podría albergar los 40 mil libros que esa noche del 10 de mayo de 1933 se devoraron las llamas.

La frase de Heinrich Heine está inscripta en una placa de bronce y dice: "
Dónde se queman libros, allí terminarán quemando seres humanos".

[Los nazis quemando libros en una plaza de Berlin]

La historia se ocupó de que la frase adquiera una verdad casi absoluta: pasaron menos de diez años entra la quema de libros de los nazis y la quema de personas en los campos de concentración hitlerianos.

Lamentablemente eso pasó y sigue pasando. En 2001 en EE.UU algún 'iluminado' decidió armar una fogata con libros de Harry Potter.



Y muchos chicos yankees queman sus libros cuando terminan la escuela como una especie de rito de finalización que los prepara para la Universidad (?).

De todos modos, hay otras formas de censura y de persecución de las ideas que demostraron ser mucho más efectivas. La quema pública de libros pareciera tener la doble función de rafirmar colectivamente una creencia y al mismo tiempo amenazar a quienes detenten las ideas volcadas a los libros en llamas.

Pero matar al autor de las ideas es más efectivo que quemar sus libros.

Ataca al problema en una etapa más temprana de la cadena de producción intelectual.

¿Se relaciona estos intentos estatales con el 'vivir en un cubo' que elegimos voluntariamente? Pareciera que la distancia ética, filosófica y política entre la elección libre de qué se lee y la imposición estatal de lo que se lee es enorme. Parecen ser conceptos diametralmente opuestos y contrarios.

Pero veamos los resultados.

Yo puede elegir libremente leer el Granma on line, ver Tele Sur y nutrir mi biblioteca sólo con autores comunistas. Lo puedo hacer desde aquí, desde Argentina, en ejercicio pleno de mis libertades civiles. ¿El resultado difiere de lo que le pasa al cubano que sólo tiene acceso a eso porque el Estado prohíbe otras cosas?

Pareciera que sí.

En primer lugar, en una sociedad más o menos libre es casi imposible vivir en un cubo absoluto. A menos que se sea un sociópata que vive encerrado entre cuatro paredes sin relación alguna con el mundo exterior, un ciudadano urbano moderno recibe --por el mero hecho de caminar por la calle- una enorme cantidad de estímulos y mensajes llenos de sentido que recibe y decodifica de alguna manera.

Si bien es posible que el lector empedernido del Granma no lea la teoría liberal de John Stuart Mill, una simple caminata por la avenida Corrientes entre Callao y 9 de Julio le deparará una enorme cantidad de mensajes propios de ese capitalismo que rechaza como intrínsecamente malo.

Lo mismo ocurriría con un liberal que sólo lee el boletín informativo del Cato. La misma caminata le deparará seguramente mensajes en pro de los sindicatos, de partidos políticos de izquierda así como sugestivos títulos en las librerías de saldo tales como "El Dogma Socialista" de Esteban Echeverría o "Las tesis sobre Feuerbach" de Karl Marx.

¿Esto pasa en las sociedades autoritarias?

No habiendo vivido nunca en una --al menos con un edad como para acordarme de algo- no podría confirmarlo absolutamente. Pero se me hace que esa clase de estímulos secundarios deben ser al menos más escasos que en una sociedad abierta.

Y no olvidemos que, en última instancia, no es lo mismo elegir vivir en un cubo que ser confinado en uno por la autoridad de turno del Estado.

Nota: estas ideas tiradas desprolijamente en esta entrada no tienen nada que ver con la discusión reciente en la blogósfera liberal argentina.

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