sábado, septiembre 10, 2005

Dime mentiras, dulces mentiras... (parte II)

Entonces...

Glass fue descubierto por mentir en 27 de las 41 historias publicadas en la revista The New Republic.

La historia original, Hack Heaven, despertó primero la envidia y luego la sospecha del periodista de Forbes.Com Adam Penemberg.

¿Que pasó luego?

Bueno, para Penemberg el descubrimiento del fraude fue un paso adelante en su carrera. Actualmente es profesor asistente en la Universidad de Nueva York y en 2004 comenzó a escribir una columna sobre medios en Wired News.

El primer editor de Glass en The New Republic -Michael Kelly- fue despedido de su trabajo antes de que el escándalo saliera a la luz y por motivos no relacionados con el caso. Pasó a trabajar para the Atlantic Monthly y falleció trágicamente durante la invasión de Irak en el año 2003.

El segundo editor, Chuck Lane, escribe actualmente para el Washington Post en temas relacionados con la Corte Suprema.

Pero... ¿que pasó con Stephen Glass?

Ya antes de ser descubierto estaba estudiando derecho en Georgetown, una de las más prestigiosas escuelas de leyes de los Estados Unidos. Imponiéndose un exilio voluntario, desapareció del ojo público, pero volvió brevemente en 1999 para conciliar una demanda por 10 millones de dólares impulsada contra él por un grupo anti drogas que había sido víctima de sus mentiras. Actualmente se ha incorporado a las filas de esa extraña legión de hombres de traje que recorren el mundo haciéndose llamar 'abogados'. Fue asistente de un juez en Washington y luego se mudó a Nueva York, donde no tuvo problemas en pasar el exámen de la asociación de abogados de ese estado.

Pero Glass volvió a la vida pública procurando dar razones de su conducta y logrando un importante éxito comercial en el proceso. En 2003 publicó el libro "The Fabulist" que relata -desde el punto de vista de la primera persona- la historia de un joven periodista y su veloz paso del éxito a la infamia, cuando se descubre que muchas de sus historias eran inventadas. Otro de los 'infames' del periodismo americano siguió su ejemplo: en 2004 Jayson Blair publicó el libro 'Burning Down my Masters House. My Life at The New York Times' que también relata sus peripecias de fabulador.

La página 'trucha' que creó Stephen Glass para engañar a sus editores.

También en 2003 se estrenó la película "Shattered Glass" que relata la historia del caso. En Chuck Lane recibió dinero por permitir usar su nombre en la película -'una suma muy modesta', según sus propias palabras- y además actuó como consultor del caso. Glass no participó de ninguna manera en la filmación.

Pero en noviembre de 2003 Glass se presentó en un panel de ética de la Goerge Washington University en donde explicó su historia y contestó preguntas de los alumnos. Obviamente, la primera pregunta que le hicieron pretendía indagar en las causas de su conducta. "Era una persona quebrada", dijo. "Estaba trabajando en una historia y pensaba que no era buena", agregó. Inventando detalles picantes esperaba que la "gente piense mejor de mí, y yo pensaría mejor de mí. Pero esto NO me hacía sentir mejor", concluyó.

Jack Shafer, editor at large de la revista Slate, cubrió la conferencia, y sostuvo que las preguntas fueron bastante tolerantes hacia Glass, hasta que Andrew Sullivan, el polémico editor de The New Republic que contrató a Glass, lo confrontó y le preguntó cómo podía justificar moralmente ganar dinero con la publicación de la historia de su traición. "Sólo quería que mis pares en la revista me quisieran", contestó. Pero Sullivan lo cortó en seco. "Eras querido. No conozco a nadie en la revista que fuera más querido que vos. Si tuvieras integridad, desaparecerías", dijo secamente.

Y Schafer -quien también se indignó ante la reaparición de Glass- propuso un camino de seis vías para la 'redención' de el ahora joven abogado. Algunas de ellas fueron: devolver el dinero obtenido por el libro, bloquar las reediciones y decir específicamente cuales historias fueron inventadas. Pidió opiniones a sus lectores de Slate, quienes propusieron que Glass "se disculpe cara a cara en las oficinas de TNR" o que "vuelva a la escuela, obtenga un MBA y se convierta en financista o CEO de cualquier corporación; se integraría espléndidamente". Otros porpusieron que realice servicio comunitario, y uno deseó que done un riñón a alguien "de Guatemala".

En fin, así pasó Glass por el mundo del periodismo.

Pero su historia pone en duda la suficiencia de la confianza editor-periodista como sustento del sistema de control de un medio gráfico. Al mismo tiempo, se hace difícil ver cómo historias tan ficticias como la que originó el escándalo superaron sistemas de control complejos como los que tenía The New Republic.

¿Cuál era el sistema?

Todo era revisado por editores seniors quienes evaluaban la calidad y el contenido de la historia. Luego, los fact checkers verificaban cada detalle. Otros editores pulían el estilo de escritura y los abogados buscaban posibles problemas legales. Y luego, una vez que la historia estaba terminada, todo el proceso se repetía una vez más.

Pero el problema tenía una falla: descansaba demasiado en las notas del periodista.

Así lo dijo Michael Kelly: "Cualquier sistema de chequeo de hechos está cosntruido sobre la confianza; si un periodista está dispuesto a falsificar notas, derrota al sistema. De cualquier modo, el único sistema real de control no es el chequeo de hechos, sino el editor".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ramiro, sos un blogmaster. Pusiste la página trucha del pendejo aún más trucho.
Abrazo.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu entrada. Te linco :)

Un saludo!

Anónimo dijo...

Si eso de la pagina trucha es un acierto. Tu texto es muy ilustrativo. Gracias

Anónimo dijo...

La imagen es de la pelicula "El precio de la verdad"..La fuente del texto procede, en gran parte, de la visión de la película.

Has sido cazado, Stephen Glass jajaja