martes, agosto 29, 2006

El Alemán

Caminaba lento y parecía 20 años más viejo de lo que mentía su documento. Llegaba a la hora que quería y se sentaba frente a una vieja computadora rodeada de jovenes asipirantes a periodistas que ejercían la ingorancia generacional de saber del fin pero no de los medios.

"¿Quién era el viejo?", se preguntaban. Algunos suertudos llegaban a conocer de nombre al mito viviente al que todos "marcaban para la muerte" refiriéndose a él como "el maestro". Algunos menos vagos se animaban a leerlo. Y algunos trataban de imitarlo. Si alguien logrará acercársele es sólo una duda que el tiempo se encargará de develar.

Sin usar palabras recibía y pagaba en efectivo y sin vuelto un café diario que le entregaba un mozo cómplice en el ahorro de palabras: no vaya a ser que una se le escape en el momento mismo en el que escribía sus columnas.

Y cómo las escribía, a pesar de estar normalmente rodeadas de avisos llenos de promeras falsas.

Cuando terminaba se iba a ver turf por televisión, siempre acompañado por esa puta costumbre de matarse de a poco con cigarros.

Los caballos corrían, como sabía que seguirían corriendo después de que todo pase. El cafe, los cigarros y el tango y las palabras pegadas al texto con secos golpes en el teclado; pronto todo sería pasado.

Él lo sabía y caminaba despacio, pidiéndole permiso a la vida a cada paso y esperando de trecho en trecho la respuesta. Con el 'está bien' de la primera mina, la postergación por un tiempo del tango final con la última. Y tres pasos más, y de vuelta a pedir permiso.

Lo ví a la salida de la redacción junto a un amigo que había comprado su último libro. "Que te lo firme", le dije. Pero no se animó a perturbar al "maestro". Es que se iba envuelto en el respetuoso silencio que gritábamos desde el desvencijado sillón verde del piso dos que es tres.

Se subió al ascensor y se fue. Fue la última vez que lo ví.

El sábado murió Jorge Göttling.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ramiro! Qué buen relato! Qué bien escribes! Te pondré un link a mi blog de Historias. Saludos!

Anónimo dijo...

Broder, qué recuerdos me trajo. Qué buenos momentos pasamos, a pesar de esatr al pedo. Pensar que tuvimos un cacho de historia sentada al lado nuestro...
Y no aprendimos un carajo. Salvo, a guardar un silencioso respeto.

Tal vez ésa anécdota de la firma pasará a nuestras historias. Pero siento un gran alivio por no haberlo pertubado. Le iba a impedir unos cuantos segundos que todavía le quedaban de vida.

Abrazo Mostruo!!!