sábado, noviembre 19, 2005

El diseño inteligente no es inteligente

Algo así dijo el padre jesuita George Coyne, director del observatorio del Vaticano, en una conferencia en Florencia. Textualmente, sus palabras fueron:

"El diseño inteligente no es ciencia, incluso si pretende serlo. Si la teoría es introducida en las escuelas, debería enseñarse en religión, no en la clase de ciencia"


Como sabemos, el diseño inteligente es una enseñanza que propone la derecha religiosa americana como oposición a la teoría de la evolución, la cuál ven palmariamente contraria al "creacionismo" del libro del Génesis. La visión es impulsada por sectores protestantes: es sabido que la Iglesia Católica viene diciendo hace rato que la teoría evolucionista no es plenamente incompatible con la idea de un mundo y un hombre creados por Dios.

La polémica (link Clarín) en Estados Unidos respecto a esta teoría hace recordar el llamado "juicio del mono", proceso legal seguido en 1925 contra un profesor que tuvo la loca idea de enseñar la teoría de la evolución en una escuela pública.

Esa actitud violaba una ley de 1923 (Butler Act) que establecía la ilegalidad de enseñar cualquier teoría que negase "la historia de la Divina creación del hombre tal como está enseñada en la Biblia".

El profesor fue condenado, y la Suprema Corte de Tennesse revocó la multa impuesta por una cuestión meramente técnica.

"Trataron de enseñarñe ciencia a mi bebé", dice esta sufrida madre en la irónica revista de The Onion. "Se dió cuenta que la maestra en la que había confiado le estuvo secretamente enseñando a su único hijo el funcionamiento del mundo físico y sus mecanismos por un año".

Recién en 1968, la Suprema Corte de Estados Unidos decidió en el caso Epperson vs. Arkansas que ese tipo de leyes violaba la cláusula de "establecimiento" contenida en la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que prohibe "el establecimiento de una religión".

Tip: Steve Bainbridge.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La tesis o eslogan de "la supervivencia del mejor adaptado" es comprometedora para el neodarwinismo, para el que la evolución no es más que una mezcla de azar genético y determinismo ambiental.

Ahora bien, ésta, como toda visión reduccionista, tiende a su propio absurdo. ¿Por qué considerar sólo el azar positivo y no el negativo? El desarrollo de un nuevo órgano o función dará nuevas posibilidades brutas de supervivencia, pero también implicará nuevos riesgos (piénsese en la cantidad de accidentes que provoca el ingenio humano). En ese caso, ¿no habría sido más afortunado el que no experimentara tal mutación? ¿Cómo decidirse?

Lo que es bueno para la supervivencia, por ejemplo, tener ojos o la capacidad de construir armas, también puede ser malo. Así, se hace patente que el más adaptado y el más afortunado no tienen por qué coincidir. Las cucarachas integran una de las pocas especies que, en caso de invierno nuclear, sobrevivirían en la Tierra. Y su supervivencia no vendría dada, por supuesto, del hecho imposible de haberse adaptado a un medio que no las precedió, ya que fue desencadenado con posterioridad.

Además, llamamos azar a todo lo que no depende de nosotros, y eso no es exclusivo de las mutaciones. De hecho la mayoría de acontecimientos que nos suceden son, en base a la definición anterior, azarosos. Entonces, ¿es sensato valorar la adaptación de un organismo o especie a partir de elementos puramente fisiológicos y ambientales, obviando, en cambio, cualidades activas como la racionalidad o la inteligencia?

Califico como inteligente a lo que no entra en las categorías de lo mecánico o de lo azaroso. Es azaroso, pues, lo irracional, aquello de lo que no se puede dar razón; y es mecánico todo fenómeno que no contenga en sí su propia razón. Ahora bien, el actuar de los animales es razonable y depende de sus facultades intelectivas, más o menos primarias. Se sigue, en consecuencia, que no es azaroso.

Desde la perspectiva de su desarrollo histórico, es cierto que la inteligencia es producto de la evolución. Pero no es menos cierto que la evolución es, en parte, resultado de la inteligencia.

Si la evolución no depende ni de la inteligencia, relativa al individuo, ni del azar, relativo a la inteligencia, sólo puede depender del orden. Como el orden no es azaroso, debe ser inteligente o mecánico. Sin embargo, para ser mecánico debería tener su razón fuera de sí. Pero no hay nada fuera de la naturaleza. Luego es inteligente.


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