domingo, julio 24, 2005

Cuando gana el terrorismo.

El diccionario de la Real Academia Española de Letras define al terrorismo como una "sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror". El fin del terrorismo es, justamente, ese: se causa de temor, de miedo, de pánico.

Puede pensarse que el terrorismo "gana" cuando asesina a cientos de personas inocentes con total impunidad. Y puede pensarse que la sociedad democrática "pierde" cuando no logra evitar que esos ataques sucedan.

En esta ecuación perversa, el resultado es siempre el mismo: la sociedad civil nunca gana y la democracia siempre pierde.


Pero puede ser que la victoria del terrorismo no se mida en el número de muertos y heridos que producen los atentados. Tal vez, el terrorismo "gana" cuando alcanza el fin que le da su nombre: cuando logra instaurar en el seno de una comunidad determinada el terror.

Jack Straw, el ministro de Relaciones Exterriores de Gran Bretaña dijo que "lamentaba profundamente" la muerte del electricista brasilero de 27 años que fue asesinado por la policía en cincunstancias aún poco claras. Pero al mismo tiempo defendió la política de "disparar a la cabeza" que instauró la policía, con el objeto de evitar "posibles ataques suicidas".

Esa política es expresión de un miedo razonable que es a su vez la consecuencia lógica y esperada de los atentados terroristas. Ese miedo se expande a toda la comunidad: los policías son partes importantes de ella.

En una sociedad existen muchos miedos. El miedo a la muerte, a los accidentes, a que nosotros o nuestros hijos sean víctimas de algún delito, etcétera.

Pero el pánico colectivo al terrorismoes tal vez el más grave de todos ellos. Y lo es porque ese miedo nace en relación a los más ordinarios actos cotidianos. Miedo a beber el agua de la canilla, miedo a utilizar el transporte público, miedo a ir al trabajo, etcétera. Si la muerte se presenta como posible -y tal vez probable- en los actos de todos los días, el miedo es su consecuencia lógica.

La historia muestra numerosos ejemplos de los trágicos efectos que genera el miedo cuando se instaura en la lógica de acción de los gobiernos y de los ciudadanos. Para dar un ejemplo del Reino Unido, cabe recordar una vez más al caso de Gerry Conlon y "los cuatro de Guildford", retratado magistralmente en una película de la década pasada.

En un trabajo reciente, el profesor de Derecho Constitucional estadounidense Bruce Ackerman, expone una de las tareas que -según él- el gobierno debe llevar adelante ante ataques terroristas. Según Ackerman, el ataque terrorista importa un claro desafío a la soberanía del país y a la facultad de gobierno de la administración sobre el territorio de la Nación. En virtud de eso, una de las principales tareas que tiene que afrontar el estado es la de "reasegurar" al público la vigencia de ese gobierno. Esta "función de reaseguramiento" permite el ejercicio de poderes de "emergencia" cuyo fin principal es, podría decirse, demostrar que el gobierno "todavía está al mando".

Esa función que Ackerman reconoce, es para muchos el producto del pánico instaurado el lógica de acción de los gobiernos apoyados por sus ciudadanos temerosos. Y actuar coaccionado por el terror no es nunca un buen consejo. Dijo Edmund Burke:

"Ninguna pasión arranca a la mente su facultad de actuar y de razonar tan efectivamente como el miedo". Edmund Burke.

Los londinenses podrán decir que están "open for buisness". Pero noticias como ésta, muestran que no es fácil vencer al terrorismo, particularmente cuando su grado de éxito no se mide en número de muertos, sino en el pánico que genera y las políticas que nacen a su sombra.

El miedo de los policías, el miedo de la gente, el miedo de los que tienen la piel oscura. Cada uno de esos "temores" son una victoria más del terror.

Este electricista brasilero -temeroso y temido tal vez, por el color de su piel- es una víctima más del terrorismo, que esta vez delegó en sus propias víctimas la producción del infame resultado.


Pra finalizar, tal vez debamos recordar lo que Benjamin Franklin dijo alguna vez:

"Aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener seguridad temporal, no meren ni libertad ni seguridad".

Ver la interesante nota de Savater en el Clarín de hoy.

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